De la experiencia del vacío a la de la plenitud existencial

Egg cave
Guaraní (aka Paraguay Errante)

De la experiencia del vacío a la de la plenitud existencial

Tiempo estimado de lectura: 10 minutos, 9 segundos

Vacío existencial a la luz de la experiencia de Job

Hoy, en este mismo momento,
el silencio me atormenta…
embarga el vacío todo mi ser…
el hastío me sofoca, me avasalla, me arrasa…
en esta hora me encuentro
pendido en la intemperie
y la soledad me desborda…
el sentido de mi existencia se desmorona…
la interrogación por el para qué vivir
toma el ímpetu tenaz:
esta pregunta se mezcla con mi sangre…
se desliza entre mis venas:
como torrente que sigue su perenne surco,
que golpea piedras, que arrastra camalotes;
como el viento huracanado
que devasta arboleda,
que atropella nubes,
que las empuja y las dispara en el firmamento…
en ese espacio interestelar, infinito…
la interrogación cobra fuerza
en cada latido de mi pecho
y el eco de su susurro, la música triste de mi vida,
la melodía del velatorio
me arroja al vacío y me hace perder en su savia,
como una gota de lluvia en el mar…
al sentirme en él metido me falta el aliento
y al sentirlo muy dentro de mí,
experimento lo contrario del ser…
de espaldas a la vida y al misterio
y encerrado en mi levedad inaguantable,
el temor me angustia…
la angustia me atemoriza…
“me arrastra la corriente”…
me conduce a la muerte,
la cita inevitable e irreversible
de todos los vivientes…
estoy a la deriva:
en el fango metido, con él confundido,
vuelto légamo mefítico…
hasta los ciegos y cojos me rechazan…
no puedo luchar contra mí mismo…
no puedo batallar contra la fuerza
irresistible que me inunda:
ese temor de no ser lo que quiero…
ese temor de ser lo que no quiero…
ese temor, fluyente de mi ligereza,
de que en algún instante
no soy lo que pensaba que era…
sobrecogido en el terror,
inconscientemente pensado…
estremecidos tiemblan mis huesos
y todo mi ser sumido en pesadillas:
antesala de mi desaparición completa…
ese temor de mi realidad existencial:
un punto en la temporalidad de mi ser espacial…
una gota de rocío de una sola mañana…
una leve y efímera brisa
que ya llegó,
que ya está pasando,
que dentro de un instante se esfumará…
un torbellino que levanta ahora
polvo para perderse después…
un ínfimo haz de luz
que está iluminando,
que se está apagando,
que ya dejará mayor oscuridad…
no puedo poner mi “fuerza”
sobre la fuerza de mi ahogo…
sobre la resistencia de mi impotencia
que me desvanece…
no puedo explorar lo ignoto
para encontrar un sentido
a mi existencia más allá de sí misma…
y aunque busco anhelante
la salida de mi amargura
no encuentro el camino ni el modo…
y gimo en este temor, y sin descanso
en las sombras vivo entre continuos sobresaltos
rendido ante la oscuridad y el vacío…
ya no puedo entrar “más adentro en la espesura”
no puedo encontrar esa fuente “do mana el agua pura”…
ya no puedo “remar mar adentro y echar las redes”
para atrapar siquiera un pez de significación
a mi realidad humana fuera
de su perímetro espacio-temporal…
sólo espero la visita de la muerte
que escarbo aterrado,
que no sé cuándo vendrá…
cuando ella venga mi posibilidad de ser
podrá manifestar su derrota para siempre…
en ese momento de su llegada seré del todo
lo que ahora soy de alguna manera: una nada…
pero, ahora que se expresa mi contingencia,
la inseguridad de no ser “alguien” siempre
me despierta el miedo
obstinado, indomable, imponente,
de mirar hacia mi última realidad: la muerte…
la absoluta seguridad de que cuando ella me abrace
dejaré de ser “per saecula saeculorum”
me sumerge en el torrentoso río
de esta terrible aflicción…
pues, cuando la muerte me reciba en su seno,
me abrase con el fuego de su cariño,
mi nada perpetuará arriba su bandera flameante…
pero, ahora, que soy un ser que grita desde su nada,
temiendo la nada perpetua que le viene encima,
ya me estoy envolviendo con esa tela fina del vacío…
esa tela que flameará al viento
hasta que no quede más en este mundo
“piedra sobre piedra”…
pero, si el flamear de ese pabellón, agobiante,
de la carencia existencial será inacabable,
para qué trato más de vivir,
para qué busco ser, si siempre seré lo que ya soy:
nada, vacío…
por qué tanta aflicción por el deseo de existir,
por encontrar sentido
a esta muerte que avanza, lenta, hacia mí,
interminable y deletérea agonía
que es llamada vida por tantos tontos, como yo…
¿acaso el vivir es lo mismo
que el sufrir,
que el afligirse,
que el sentir el vacío, el temor, la angustia,
que experimentar el sin-sentido de todo?…
¿puedo decir que vivo,
que existo realmente,
que tengo motivo para seguir luchando
en este océano del sin-sentido,
con toda esta experiencia mía?…
¿es el vivir experimentar la muerte
de modo lento y continuo,
o, es el morir no encontrar sentido a la vida,
o acaso “más vale morir que vivir”?
¿en qué se difiere esencialmente
la vida de la muerte:
o acaso éstas son hermanas?

En búsqueda de la superación del vacío

¿Como puedo superar este vacío que me atosiga,
que me carcome el alma, como las termitas roen
la celulosa de las maderas, ya desgastada por el tiempo?
¿Cómo sobreponerme a este sentimiento de vacuidad
que me oprime el pecho y me consume la respiración?
¿Cuál es camino que puedo tomar para salir de esta angustia,
que tiene sabor a la muerte inmensamente más que a la vida?
¿Cómo imponerme a esta neurosis de la nada que me consume
y me sumerge en el vértigo del instante que me aturde?

¿Hasta cuándo caminaré, sin querer, por este vahído
del sinsentido que se ha posesionado de mis entrañas?
¿Hasta cuándo soportaré el continuo y violento asalto
de los saboteadores de mis mejores sentimientos?
¿Hasta cuándo, en el fondo, aceptaré los discursos
sobre el vacío existencial que van formando mi pensar?
¿Hasta cuándo acunaré en lo profundo de mi alma
esta retórica de la nada que me invade y me exilia?

¿Qué me ayudará a salir de esta sensación de vacío
que se vuelve pesado como una montaña de plomo,
y que me va cansando en lo más profundo del espíritu?
¿Cuáles son las estrategias que debo emplear, paso a paso,
para salir de esta tierra movediza que me va tragando,
que me va desorientando y absorbiendo paulatinamente?

Cuestionarse a fondo, con realismo y sin miedo

¿Por qué tengo que maldecir el día en el que nací?
¿Por qué me tengo que atormentar por las sombras que me envuelven
y me cubren como las negras nubes esconden la luz del sol?
¿Por qué angustiarme ante la oscuridad que se apodera
de mis días y de lo impenetrable de la noche que me ciñe?
¿Por qué debo anticipar el fracaso en mi búsqueda de alegría
y augurar sólo maldiciones y hecatombe de las estrellas?
¿Por qué mis ojos se fijan sólo en la vacuidad que me rodea
y en los deseos de que me hubiese muerto antes de nacer?
¿Por qué sólo quiero esconderme en la tumba de los malvados,
sin sobreponerme a este sentimiento de soledad que me oprime?
¿Por qué me domina esta agitación interior que acelera
y me somete a la desdicha inacabable y a la terrible amargura?
¿Por qué ansío la muerte que no llega y suspiro por no-ser más
en esta historia de dolor y de tantas situaciones-límite?
¿Por qué me acaecen los miedos y me suceden lo que trato evitar,
y se secó la última gota de reposo y me abandonó en la turbación?
¿Por qué me deprimo y no encuentro sentido a nada,
después de dar, muchas veces, lecciones de vida a los demás,
después de sostener a los que vacilaban y desesperaban
y de robustecer a los que se sentían débiles y deprimidos?
¿Por qué todo me perturba en el alma y me molesta sin razón,
hasta cuándo me irritará hasta el silencio del vecino?
¿Por qué me sulfura hasta la risa y el juego de los niños,
y deseo vehementemente derribar hasta la sombra de los injustos?
¿Por qué me dominan las avaricias, las envidias, las codicias,
como si fuera que me falta todo lo que los otros pueden tenerlo?
¿Por qué este deseo de devorar, como un león hambriento,
a los que roban, constantemente, los bienes de mi tierra,
a los que desangran, como sanguijuela, a los pobres trabajadores,
y a los que viven colgados, como garrapatas, del Estado?
¿Por qué esta pesadilla de que nada es justo en este mundo
y de que todo es absurdo, incluso el aliento de la vida humana?

¿Por qué tantas veces me he preguntado por el sentido de estas cosas
y sólo encuentro la vanidad y la falsedad de cuanto sea lo mundano?
¿Por qué me invade una somnolencia que me aletarga en la modorra,
y sólo siento un escalofrío que me estremece hasta los huesos?
¿Por qué un temblor se apodera de mis entrañas entumecidas,
y cada vibración me hace erizar hasta los pelos de mis médulas?
¿Por qué tengo que sufrir de esta manera si existe un ser superior
y cómo se explica el padecimiento de los inocentes abandonados,
si de verdad existe un Dios que providentemente ama al ser humano?
¿Cómo es posible que pueda tener estos sentimientos si, de veras,
el que me creó, el que es todopoderoso, ha puesto en mí su espíritu?
¿Por qué me embargan estas dudas y este cúmulo de ignorancias,
si he recibido los dones de inteligencia, de ciencia y de sabiduría,
por la gracia del espíritu santo que se me ha otorgado?
¿Por qué siento este vacío tan inconmensurable con incontenible
en lo más recóndito de mi espíritu, si Dios habita mi interior?

Son tantas las preguntas que me aplastan el corazón, y pulverizan
mi razón como los vientos derrumban a los árboles más señeros.
Pero, ¿cómo puede comprender mi razón la totalidad de los hechos
si ella es una parte de mi intelecto, y esta potencia de mi alma,
es tan solo una dimensión de mi ser, tan finito en este universo?
¿Cómo puedo comprender el misterio del ser absoluto,
si no me entiendo a mí mismo, y ni siquiera me conozco,
ni penetro el enigma de este vacío que me llana y me desborda?
¿Quién me puede esclarecer la realidad de este vacío que me angustia?

Aceptar el vacío como una retórica de la nada

Después de tantas preguntas sin respuestas, puedo decir
que comprendo con claridad el límite de mi pensamiento
y acepto con humildad la finitud de mi raciocinio.
Ahora, sé muy bien que es una incongruencia de la razón,
aceptar la retórica del oscuro y eterno silencio
gritando en la noche la aventura de la nada.
Aceptar la retórica de la nada es lanzarse al perpetuo vacío
de un corazón desgarrado, temiendo el incierto futuro;
es amarrarse de lo inexistente; es perder el horizonte
del presente preñado de verdad existencial.

Aceptar la retórica del vacío es negarse a la muerte,
de manera inconsciente, porque es un miedo al fin del ser finito;
es cerrar la puerta de lo desconocido; es atarse a lo imposible,
es no admitir la propia naturaleza; es no asumir ni vivir
la identidad de barro que irremediablemente se tiene,
ni la dependencia del otro que en sí mismo se contiene.

Aceptar que la puerta de la vida se cierra tras la muerte
es adueñarse del tiempo, según mis ilusos caprichos;
es tratar de atraparlo bajo el ligero deseo de la ocasión;
es anunciar la auto-derrota; es renunciar al triunfo;
es abandonarse a los juegos de la evasión,
a los desencantos en el corazón depositados,
a la oscura sensación de insuperable impotencia,
a los zumbidos del suplicio en la estación del aburrimiento.

Aceptar el vacío y el triunfo de la muerte
es condenarme a sí mismo, exiliado de mi patria,
abandonado al azar del pensamiento cerrado en lo fútil;
es asumir el camino del transeúnte ausente;
es aceptar la situación deprimente, sin buscar el cambio,
sin anhelar la miel, sin mirar un futuro
más benéfico posible, más agradable a la vida,
más humanizante en la verdad de la plenitud.


Escrito en el año 2.000 como un ensayo para Filosofía de la religión, en clave fenomenológica.

Publicado por

Fray Flaminio Benítez Ortiz, OCD (Yhatata Ñuroky)

Agregar un comentario