¿Pensamos lo que decimos y hacemos lo que pensamos?
El mundo de hoy imprime tanta velocidad que las cosas pasan, suceden, nos atropellan y así las vemos como algo cotidiano que acontecen con una normalidad casi absoluta; es aquí donde se plantean los cuestionamientos y surgen los debates: ¿qué entendemos por normal? Según la Real Academia Española, normal se refiere a una cosa que por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
La normalidad de un comportamiento está vinculada a la conducta explícita de un sujeto que no muestra diferencias significativas respecto a la conducta del resto de su comunidad. Que las mujeres no cubran su torso en las comunidades nativas guaraníes puede formar parte de la normalidad dentro del constructo de su cultura social, pero puede resultar anormal en muchas otras sociedades con diferentes parámetros.
Por lo tanto el concepto de normalidad engloba una serie de expectativas que cada sociedad tiene de los individuos que la componen. Se trata de una generalización y, como tal, carece de precisión cuando se la lleva a la práctica sin un fundamento, sin creencias que la sustenten, sin el respeto a uno mismo y a los otros.
Definamos entonces lo común. La palabra común proviene del latín communis, que particularmente hace alusión a todo aquello que es ordinario, vulgar, frecuente y muy sabido. Se dice que común es todo aquello corriente o frecuente que se encuentra admitido como normal para la mayoría de las personas.
Aquí entonces empieza la discusión dentro de esta fórmula cuasi matemática en la que igualamos estos términos, dándoles el mismo peso, importancia, valor y connotación cuando hablamos de normalidad y de lo que hoy es visto como común. Al expresarnos cotidianamente aseveramos como normales muchas conductas y situaciones que se dan con alta frecuencia hasta el punto de naturalizarlas. Cuando nos referimos a la cotidianeidad de ciertas conductas, al indicar por ejemplo es normal el consumo de bebidas alcohólicas en menores de edad con el conocimiento previo de la existencia de una ley que lo prohíbe, naturalizamos la conducta cuando al referirnos a este tema incluimos el término normal; lo que en realidad deberíamos manifestar es que se da con frecuencia, que es una situación común, que no es la adecuada, pero que esta se repite y se reitera en diferentes lugares del país y de la región inclusive. Es normal hoy en día la violencia en la calle, naturaliza reacciones, respuestas y comportamientos hasta delictivos, cuyas consecuencias se exponen todos los días en los medios, y que debido a que se reiteran cotidianamente llegamos al punto de naturalizarlos, aceptando su ocurrencia.
Podríamos seguir con una lista interminable de situaciones que cotidianamente normalizamos sin percatarnos que pasan de una simple expresión cotidiana al nivel de tolerancia y aceptación, traduciéndose en pensamientos y posteriormente en conductas; por lo que ambos términos quedan nivelados, ya que aceptamos que todo lo común es normal y que todo lo normal es lo que vivimos como común. Si no logramos diferenciar estos conceptos e ideas a nivel de pensamiento, de juicios críticos que nos permitan con claridad distinguirlos para luego replicarlos en nuestra vida, pasamos al nivel en donde todo se vuelve correcto.
He aquí el último término de la ecuación; y para llegar a este resultado entendamos primero el significado de la palabra correcto. Es un término que deriva del vocablo latino correctus, adjetivo que se utiliza para calificar aquello que no presenta fallas, errores o faltas; lo correcto se desarrolla de acuerdo a las reglas o a las normas establecidas, consensuadas.
Finalmente el análisis de la fórmula y su resultado. Cuando en nuestras expresiones cotidianas igualamos los términos normal y común naturalizamos conductas, situaciones o expresiones que son reiteradas y sostenidas en el tiempo por un sector o parte de la sociedad y no necesariamente por el conjunto de individuos que la componen; se toma la cantidad como un factor dominante para elevar la conducta o situación común al estatus de normal; esto incide directamente en el resultado final en donde se pone el acento de entender que como una conducta es realizada por muchos individuos o dentro de un grupo de individuos, se la tolera naturalizándola, llegando a ser vista como correcta.
He aquí el error en el resultado al aplicar esta fórmula, al confundir directamente lo que se realiza y se repite de forma común con criterios y pautas de normalidad. Entonces si nos planteamos ¿pensamos lo que decimos o hacemos lo que pensamos? vemos como estas ideas o criterios de juicio se mezclan internamente, confundiéndonos; cuando en realidad deben movilizarnos al punto de generar una interpelación, confrontándonos con nuestras creencias y valores. Esta confusión hace que perdamos nuestra capacidad de asombro, llegando a la naturalización y aceptación de forma cotidiana de lo que en realidad no debería ser ni siquiera discutible.
Utilicemos nuestra razón y juicio crítico de forma a no caer constantemente en el error que nos hace ver como Normal lo que es Común, creyendo finalmente que es lo Correcto.
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