Quema de iglesias en Chile

Cristo Crucificado (ca. 1632)
Diego Velázquez

Quema de iglesias en Chile

Tiempo estimado de lectura: 3 minutos, 41 segundos

La iglesia que más ilumina es la iglesia que arde.
Piotr Kropotkin.

El pasado 18 de octubre se celebró un año del levantamiento de un sector de los chilenos pidiendo respuestas a sus demandas legítimas, a mi parecer, de desigualdad social. El anhelo de una sociedad más moderna, plural y con más justicia social tuvo un renacer desde el deseo de justicia que todos los hombres, no solo chilenos, compartimos y deseamos para nuestros países.

Las dificultades comienzan siempre cuando, aún en las demandas más urgentes y necesarias, la vida se cierra en sí misma y aquello por lo cual se protesta se transforma en un ídolo a perseguir y poseer a toda costa.

Una chica que entra (con Pañuelos verdes y morados en el cuello y tiene tiempo aun de hacerse “selfie” para sus redes sociales) a encender fuego a una Iglesia, olvida algo: esa estructura no tiene ni un valor en sí misma… son las personas las que llenan de significado los ladrillos. Es un lugar, cuna de una experiencia humana realmente totalizante, es decir una experiencia que al mismo tiempo es divina, la que da sentido a la materia. El atentado no es contra la iglesia, el atentado es contra la persona. Los totalitarismos envidian esta experiencia, porque humanamente, por si sola, no se puede realizar.

El origen del desencanto social es esta sensación de percibirse pisoteado por un grupo de personas de la sociedad política y económica, pero cuando uno quema un lugar con la autopercepción de que tiene que desaparecer pensando que las personas que lo habitan son menos que aquel que ejecuta el incendio, curiosamente se comete lo mismo que aquello que se está reclamando en una protesta. Los totalitarismos son así: se creen propietarios de todo aquello de lo cual la persona, en su individualidad, considera un bien. La víctima no es la Iglesia, sino la persona que, deseando vivir lo que va más allá de lo que la realidad indica, se mueve en su frenética búsqueda de lo que el mundo y la realidad es signo y que despierta la libertad del hombre. Es por esto que el atentado es hacia la única libertad que hay que defender: la libertad religiosa, constitutiva de todo ser humano más allá de su religión.

Hitler tiene su ídolo, sobre el que intenta construir la vida del mundo para lograr una humanidad mejor. Pero esta construcción suya, que trata de abarcarlo todo, en un momento determinado se encuentra de frente con el dinamismo del proyecto de Lenin o de Stalin. ¿Y entonces? La ideología construida sobre la base de un ídolo es totalizante por naturaleza. Al tratarse de ideologías totalitarias las dos, tienen que necesariamente provocar un choque frontal.
L. Giussani, (El sentido religioso).

Los hombres, aún llenos de buenas intenciones, no podemos darnos la totalidad que deseamos.

¿Cuántas pensiones de gente anciana fueron mejoradas por quemar una Iglesia? ¿Cuánto mejoró la salud y la educación de los más pobres? ¿Se resolvió la reivindicación indígena? ¿Cuántas mujeres no fueron abusadas por realizar este hecho? ¿Cuánta violencia ejercida por el poder ha dejado de ejercerse por quemar un lugar? Una violencia que se jacta de otra violencia para encontrar representación es la aniquilación de una sociedad.

Escuché decir La iglesia ha abusado de niños, por lo que también ha sido violenta. Respondería que la violencia principal contra los niños se realiza en las propias familias, después en los colegios, academias deportivas, en ese orden, al final en las iglesias (datos UNICEF 2019) y no he visto ninguna casa quemada, ni escuela ni gimnasio en alusión a la venganza por una violencia realizada.

Sí, la envidia de los totalitarismos es por una Iglesia que, aún en su imperfección, ilumina. Por su naturaleza el hombre intuye el más allá, es por esto por lo que los incendios no fueron generados por ateos, sino por personas completamente religiosas (en la expresión de censura de esa religiosidad). Creo que la Iglesia que arde es el corazón de los bautizados en Cristo. No hay ninguna estructura que ilumine más que un hombre y una mujer que siguen experimentando la totalidad de un encuentro real, no ilusorio, que hace nacer una forma nueva de estar en el mundo como criterio. La violencia se condena venga de donde venga, y los cristianos iluminamos con Belleza el mundo, levantando y construyendo (reconstruyendo) los lugares que son signo de la justicia que buscan los hombres.

Publicado por

P. Patricio Hacin

Sacerdote de la Fraternidad San Carlos Borromeo, chileno, un perdonado por el Señor.