La gloria es ser feliz. La gloria no es ganar aquí o allí. La gloria es disfrutar practicando, disfrutar cada día, disfrutar trabajando duro, intentando ser mejor jugador que antes. - Rafael Nadal
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), algunos de los principales factores determinantes en el bienestar integral de las personas están ligados a la práctica de actividades físicas y a la alimentación, ya que son dos actividades presentes a lo largo de nuestra vida y que condicionan, según se realicen, el bienestar futuro.
Esto es especialmente significativo si hablamos de edades tempranas, porque ayuda al niño a desarrollar las destrezas motoras, cognitivas y afectivas en su vida diaria, fomentando su espontaneidad y creatividad, permitiéndole conocer y respetar a los demás, valorarse a sí mismo en la medida en la que aprende, ejecuta y crea nuevas formas de movimiento asociando las emociones que va sintiendo, según la etapa en que se encuentra.
La actividad física es entendida como cualquier tipo de movimiento voluntario, realizado por nuestros músculos, que produce un gasto de mayor energía, que cuando está regulado por unas determinadas normas, reglas y pautas se convierte en deporte o actividad deportiva.
Los niños y jóvenes necesitan incluir la actividad física y por sobre todo la actividad deportiva como un ingrediente en su receta de vida, más aun si tenemos en cuenta el avance de la tecnología y el estímulo permanente que esta genera al estar sujetos o casi anclados frente a los dispositivos móviles (celulares, tablets, psp), las notebooks, pcs y televisores de alta gama conectados al play, wii o xbox; por ende aumenta la cantidad de tiempo inactivo o en estado sedentario.
¿Cuál es el beneficio que puede producir la práctica deportiva en los niños y adolescentes más allá de la actividad física?
Con la práctica deportiva aprenden que conseguir objetivos deseados, requiere de un proceso de preparación a partir del aprendizaje, sacrificio y esfuerzo; les ayuda a comprobar que no todo es inmediato como les gustaría, sino por el contrario que hay que trabajar para alcanzar los resultados deseados; además experimentan el disfrute de los logros obtenidos a partir del entrenamiento, asimismo a aceptar las derrotas deportivas como experiencias en la vida cotidiana, que les permiten frustrarse de una manera sana, para volver a la practica con más ganas y entusiasmo buscando su propia superación.
Los deportes en equipo fomentan la socialización y la integración entre pares, compartiendo con otros que son iguales a mí pero diferentes; promueven la colaboración mutua, el esfuerzo y la ayuda para el logro de un objetivo común, que es el bien del equipo del cual soy parte, aceptando y reconociendo a cada uno con sus fortalezas y debilidades.
La práctica deportiva colabora con el desarrollo de las competencias socioemocionales en niños y adolescentes, ya que les exige desplegar la capacidad de regular y controlar sus emociones de forma adaptativa en los diferentes entornos como en situaciones deportivas vividas. Ganar o perder un partido, fallar dentro de un equipo, ser líder del equipo, asumir que pueden darse injusticias dentro de las valoraciones hechas por un árbitro y tener la posibilidad de reclamar ese hecho apropiadamente, sin faltas de respeto o agresiones, permite a su vez la construcción de relaciones más armoniosas, adoptando una actitud positiva ante la vida y los desafíos, ayudando a una autoestima más realista y sólida, a través de la expresión adecuada de sus emociones y sentimientos.
Gracias a estas experiencias aprendidas los jóvenes muestran buen manejo y tolerancia a la frustración, presentan escasos problemas de conducta desadaptativa (fracaso escolar, timidez, ansiedad, irritabilidad, intolerancia, desobediencia, agresividad), ya que se promueve la cooperación y el desarrollo de habilidades para la resolución de conflictos personales e interpersonales.
Ser aceptado por los demás y pertenecer a un grupo supone un papel primordial en el desarrollo psicológico óptimo, dada la necesidad humana de afiliación; es uno de los grandes retos de la maduración socioemocional en la infancia y posterior adolescencia. El sentirse perteneciente e identificarse con su grupo de pares que promueve actividades sanas con un enfoque en los valores deportivos colabora en promover un liderazgo positivo; la dedicación al tiempo de entrenamiento previo a las competencias hace que experimenten la toma de conciencia, la regulación y comprensión de sus emociones, como la ansiedad anticipatoria, el miedo al fracaso.
Por lo tanto, es fundamental desde la familia potenciar la función lúdica del deporte para los niños y jóvenes; no debe imponerse la actividad escogida, sino que debe ser de su agrado y estar adaptada a su edad y condición física. Este proceso educativo depende en mayor medida del ejemplo y motivación familiar. A incorporar las actividades deportivas como parte de un estilo de vida se aprende con el ejemplo. Los padres son el modelo y los niños se miran en ellos mientras que los jóvenes cuestionan y marcan las incoherencias de los mismos durante este proceso.
Si realizamos actividad física estamos trasmitiendo a los hijos un MODELO de vida, que les ayudará en el futuro en varias áreas de su desarrollo de forma integral promoviendo que puedan convertirse en rutinas saludables en la edad adulta; y por supuesto debemos tener en cuenta que al hacerlo nos ayudamos a nosotros mismos educando, formando con el ejemplo. Pensemos que lo que se aprende de niño no se olvida, se guarda para toda la vida.
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