¿No es paradójico que en los tiempos más democráticos del mundo occidental, la libertad de expresión e ideas, fuente y sustancia de convivencia, se vea socavada de manera peligrosa y que su propia existencia sea puesta a prueba en nuestras sociedades? La corriente filosófica pregonera de lo políticamente correcto se ha impuesto como el dogma social ideal abogando por igualar todo, a todos, a muchos y a pocos bajo la premisa suprema de interpretar la realidad como innumerables verdades condicionadas por la subjetividad de las emociones e impulsos de los individuos. Hemos entrado a lo que se denomina el tiempo del más allá de la Verdad.
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